Pausa



Aquesta vegada no us caldrà llegir. Només heu de tancar els ulls i relaxar-vos amb la veu de la Monts Llussà. Gràcies, Prins. I també gràcies a L'Emily per la fotografia.

PD: Aquest vespre m'he retrobat amb la Maria en una terrasseta del barri de Sants. Anava elegant, amb el seu vestit jaqueta de color gris pedra i un mocador blanc al coll. Jo anava tot negre. Ens hem mirat com si no haguessin passat dotze anys. Hem parlat i rigut durant tres hores, i hem decidit acabar el que vam començar a finals dels anys noranta. O ara o mai.

Norma



Ahora que ha entrado la noche, y el puñetero calor diurno se ha largado a la otra cara del planeta, arreglo el piso porque pronto tendré una visita transoceánica.

Vestido con un viejo bañador y con los pies descalzos, limpio los cristales de la puerta corrediza del balcón, desplazo muebles para pasar la escoba por los rincones secretos (intentando ser silencioso para no despertar a los fantasmas que viven en el piso vacío de abajo), arrincono una vieja torre de ordenador para llevarla el lunes al Punt Verd (tras comprobar que no queda nada de mí en su interior), le paso el salvauñas a la cortina con pececitos rojos de la ducha para eliminar de ella salpicaduras de jabón de muchos amaneceres. Y abro cajas de cartón con mil recuerdos, para ver si puedo desprenderme de alguno, porque se acumulan y ocupan demasiado espacio en los domicilios de los nostálgicos.

En una de ellas, encuentro un estuche forrado con tela de rombos verdes. Mide un palmo de largo por medio de ancho. En su interior hay cuatro campanas de cristal con cuatro geishas marchitas en ese espacio claustrofóbico sin aire. Las miro con una cierta sensación de pasado mientras decido si me deshago de ellas. Es algo muy kitch, pero recuerdo que me las trajo Norma, del Departamento de Lenguas Románicas de la Universidad de Chicago, en una escala en Barcelona tras su viaje asiático. Quería agradecerme algo que ya no recuerdo, mientras le mostraba la ciudad. Fuimos amigos un tiempo, hasta que los emails se convirtieron en cada vez más puntuales, más concretos, más distantes. No tenemos contacto desde hace años. La vida, en general, se compone de cortometrajes más que de largas películas de tres horas.

Recuerdo que arreglé para ella el piso en el que vivía entonces. Seguramente limpié los cristales de la puerta corrediza del balcón, desplacé muebles para pasar la escoba por los rincones secretos (intentando ser silencioso para no despertar a los fantasmas que, probablemente, vivían en el piso vacío de abajo), arrinconé una vieja torre de ordenador para llevarla el lunes al Punt Verd (tras comprobar que no quedaba nada de mí en su interior), le pasé el salvauñas a la cortina con pececitos rojos de la ducha para eliminar de ella salpicaduras de jabón de muchos amaneceres. Y abrí cajas de cartón con mil recuerdos para ver si podía desprenderme de algunos. No sé qué encontré en ellas, pero seguramente los salvé todos.

Así que vuelvo a poner las cuatro geishas en ese estuche forrado con tela de rombos verdes. Lo vuelvo a introducir en la caja de cartón con muchos más recuerdos y le paso el trapo del polvo antes de depositarla, con cuidado, en la estantería de la derecha. Es todo lo que me queda de ese cortometraje con Norma a finales del siglo veinte.

PD: Ahir vaig publicar un post per error. És d'aquells que escrius i no saps si penjar-los. Els programes per mesos després per si de cas t'ho repenses i els vols acabar. I un dia, a traició, queda publicat. Disculpeu-me la gent que el vau comentar. En qualsevol cas, gràcies per fer-ho.